Los
materiales
A la
par de la expansión de las ideas del movimiento moderno y durante los años
sesenta surgen varios arquitectos que exploran a su manera las bondades de los
materiales industriales, presentan su propia visión del funcionalismo tomando
algunas ideas pero nunca cerrándose al código establecido. Algunos de ellos
preferirán mezclar estos materiales con los tradicionales y se ajustarán a las
necesidades de su región. Así, aparecerán nombres como Alvar Aalto, Frank Lloyd
Wright y el uruguayo Eladio Dieste, dentro de la escena de lo que podría
llamarse arquitectura orgánica, el ingeniero Pier Luiggi Nervi, Félix Candela y
Eero Saarinen que exploran la plástica del concreto armado de una manera casi
lógica e inclusive Oscar Niemeyer discípulo de Le Corbusier que trabaja a su
manera las reglas del funcionalismo prefiriendo el uso de la línea curva en sus
edificios. Mientras tanto en México el ganador de Pritzker Luis Barragán quedará
fuera del esquema de los funcionalistas de ese entonces en México haciendo su
estilo único denominado “arquitectura emocional” que integra también el tema
del regionalismo.
Todos
ellos, grandes maestros de la arquitectura, difícilmente pueden ser encasillados
en una tendencia clara. Otro arquitecto inclasificable sería Kenzo Tange,
también aprendiz de Le Corbusier pero que con obras como la Catedral de Santa
María o el Gimnasio Olímpico de Toyogi, ambos en Tokio, da un paso más allá,
extrapolando la importancia de los materiales industriales y sistemas
estructurales, que años más tarde caracterizará al High Tech.
Con
el paso de los años se irá diversificando esta visión de la arquitectura que se
vio por primera vez en la etapa final del funcionalismo, con edificios
proyectados inclusive por los mismos funcionalistas, surgirá el denominado
Brutalismo de Le Corbusier en la capilla Notre
Dame du Haut y sus edificios en Chandighar en el que el concreto será el
elemento formador de carácter con pesadas estructuras.
Hacia
los años setenta ocurrirá un fenómeno diferenciado de la etapa anterior, y
surgirán dos vertientes contrapuestas que sin embargo devienen del propio
Movimiento Moderno -¿o podrían considerarse parte del Moderno?- tal como Jencks
(1989) comenzó a explorar y analizar. Surge así el denominado Tardomoderno –que en el temario de la
materia aparece nombrado como modernista-
y el Posmoderno.
Vale
la pena mencionar, que al tratarse de una etapa próxima a nuestra época, su
estudio se vuelve complejo y dependiendo del autor que se estudie, la visión
podrá cambiar casi completamente. El Posmoderno, parecerá de entrada sencillo
de comprender e identificar, no así lo será el Tardomoderno que presenta mayor
complejidad y divergencia. Esta visión variará también de acuerdo al año en que
se haya realizado el estudio y el término que se utilice para definir dichos
movimientos. A este punto será necesario ser lo más claro y sintetizar
adecuadamente la información al alumno, que se encontrará con seguridad en un
laberinto de tendencias, formas y contradicción.
El
Tardomoderno exaltará a su manera las bondades y características trabajadas en
el funcionalismo. No se trata de tomar todos los elementos de su génesis, sino
una parte de ellos, según convenga y éstos llevarlos a su máxima expresión
llegando a la exageración. Por otro lado el Posmoderno irá por completo en
contra del Moderno, el término pos
hace referencia a ir más allá del
Moderno, como si lo superara y no simplemente después como podría pensarse. El Tardomoderno por su parte, será
más difícil de unificar, por las numerosas vertientes que presenta. Sin embargo
teóricos como Jencks han realizado un gran esfuerzo por analizar la
arquitectura de las últimas décadas del XX para encontrar una posible
clasificación.
Así,
dentro de este movimiento encontraremos una serie de tendencias desde el
Brutalismo, el Minimalismo –derivado de la sencillez promulgada por el
funcionalismo y que tuvo su máximo exponente en Mies Van der Rohe-, el High Tech, el Deconstructivismo, el
Metabolismo –Japón-, Light Construction
–donde la luz se convierte en el actor principal, sobre-utilizando el vidrio-,
el slick tech –exploración del
muro-cortina-, entre algunos otros menos definidos e inclusive ambivalentes.
En
buena medida el Tardomoderno se verá guiado por el desarrollo de los materiales
industriales, y su experimentación a lo largo de la primera mitad del Siglo XX.
Aparecerán estructuras complejas como la cúpula geodésica de Buckminster
Fuller, se explotará la modulación como ordenador estructural y espacial. La
repetición de elementos facilitará y ahorrará tiempo de construcción, de tal
manera que el proceso de industrialización se hará presente como los primeros
funcionalistas deseaban en la estética de la máquina. Sin embargo ya no hay
novedad en ello como en 1920, por el contrario, deja de sorprender el avance
para simplemente ser utilizado y mejorado en la primera oportunidad, porque se
sabe que toda mejora será rápidamente superada.
Probablemente
uno de los edificios más emblemáticos para esta etapa será el Centro Georges
Pompidou de Rogers y Piano, donde la tecnología quedará expuesta, la sinceridad
constructiva será el efecto exagerado, dando pie al multicitado High Tech, que en años posteriores será
desarrollado con destreza por estos mismos arquitectos y por el hoy tan famoso
Norman Foster.
Algunos
de los arquitectos y edificios que Jencks considera dentro del Tardomoderno
son: Brasilia de Niemeyer, el Gimnasio Olímpico de Tange, la obra de Aalto, la
ópera de Sidney, las cúpulas de Buckminster Fuller, algunas obras de Kahn, Richard
Rogers, Álvaro Siza, Mario Botta, Norman Foster, Isozaki, Meier, César Pelli,
Peter Eisenman.
En
cuanto al Posmoderno, Luis Khan dará el primer paso al hablar de la importancia
de la historia y el contexto en que se ubique un edificio, si bien estudiará al
propio Moderno, tratará de ir más allá de éste con su teoría: “la arquitectura
de Luis Khan combina las referencias antiguas y modernas con una seriedad sin
precedentes. Los préstamos que toma de los maestros modernos, del clasicismo y
romano, de la arquitectura medieval, islámica e incluso del academicismo
decimónico son utilizados de tal manera que los revivals intentados en el periodo precedente parecen de repente
anticuados”
Como
ya se ha mencionado el Movimiento Moderno intenta romper por completo la
relación de la arquitectura con su pasado, discriminando cualquier intento eclecticista,
de tal manera que salvo Frank Lloyd Wright en sus primeras etapas, ningún otro arquitecto
que haga referencia al pasado llega a sobresalir en esta época. El Posmoderno
planteará la necesidad de observar de nuevo hacia atrás, y comenzarán a
realizarse ejercicios de gran interés en donde se aprovechan las bondades
tecnológicas para construir, pero siempre se le da un mayor énfasis a la forma
y no a la función como años atrás. De esta ambigüedad se dice que el Posmoderno
maneja un doble código (Jencks, 1989, p. 111), no es un historicismo puro, los
rascacielos posmodernos no conseguirían existir de no ser por el avance
tecnológico.
Aparecerá
otra figura de gran importancia para este movimiento: Robert Venturi, uno de
los más importantes teóricos de esta etapa, con su “Complejidad y contradicción
en la arquitectura” (1974), quien trabaja desde la teoría y ésta la lleva a la
práctica, en una especie de experimentación que violentará prácticamente al
Moderno. Estudiará las “nuevas” formas que incluyen al pasado vernáculo e
historicista. Poco a poco se adherirán otros arquitectos como el camaleónico
Philip Johnson que realizará obras de gran libertad e inclusive fantasía en su
serie de rascacielos.
El
Posmoderno en manos de arquitectos como Aldo Rossi, otro gran teórico y
ejecutante, o inclusive Ricardo Bofil –que recuerda a los franceses
neoclasicistas Ledoux y Boulleé- serán
una excelente muestra de experimentación. En esencia parecería que el
posmoderno juega simplemente a la escenografía, pero acercarse a estos autores nos
revela que existen claras intenciones formales basadas en una teoría, no es un
discurso hueco, el cual sí se presentará
en obras menores en otras regiones del mundo por arquitectos con proyectos
mucho menos inteligentes. A Venturi se le atribuye inclusive el deseo de
plasmar el juego, pero no es un juego burdo y fácil, ahondará en la semiótica
de la arquitectura como pocos lo habían hecho de manera tan consiente.
Los
Posmodernistas declararán la guerra al Moderno, celebrarán la destrucción de
edificios construidos bajo este movimiento –Roman Point en Inglaterra y las
viviendas Prtuitt Igoe en San Luis (Jencks, 1989, p. 12)-, criticarán a los
tardomodernos, pero no pueden negar que deben su existencia a éste. Sin el
primero no hubiera aparecido el segundo.
Hoy
en día el Posmoderno ha sido superado, podemos verlo en las últimas obras de
Bofil como el Hotel W, donde no queda ni mella del eclecticismo característico
de los años setenta y ochenta. Quizá únicamente la parte posmoderna que habla
del regionalismo ha continuado teniendo vigencia, porque se hace una
reinterpretación de materiales y formas de la región que difícilmente podrán
dejar de ser actuales –Alvaro Siza, Souto de Moura o el mexicano Mauricio Rocha.
En
cambio el Tardomoderno ha perdurado, tal vez por su divergencia de
posibilidades, y actualmente arquitectos jóvenes como Bjarke Ingels se dicen
descendientes del moderno, pero por supuesto con su visión particular y
creativa, generando espacios muy interesantes que no deben ser ignorados en las
escuelas de arquitectura.
En
la etapa Tardomoderna se encontrarán arquitectos cuya obra difícilmente podrá
ser clasificada en una de estas dos tendencias, por ejemplo la pirámide del
Louvre de Pei, ¿se trata de una obra Tardomoderna al utilizar los materiales
industriales principalmente o Posmoderna por hacer referencia a un elemento
histórico como las pirámides de Giza? Tal como Jencks (1989, p. 12) argumenta,
reina la confusión. Habrá quien no haga distinción de intenciones entre estas
dos vertientes y clasifique todos estos años como un solo movimiento
posmoderno, porque indica que ambos pueden ser “manieristas y a veces barrocos, ambos otorgan
gran importancia a la expresión, complejidad, sensualidad y ‘ficción
arquitectónica’” (Jencks, 1989, p. 14). Habrá arquitectos que fluctúen de una
tendencia a la otra. Sin embargo, solo el paso del tiempo dará una visión más
objetiva del cuadro de la segunda mitad de Siglo XX, será como observarlo a
distancia, tomando en cuenta la totalidad de éste y no solo una fracción.
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