jueves, 11 de junio de 2015

Después del funcionalismo (Parte 2)

Los materiales

A la par de la expansión de las ideas del movimiento moderno y durante los años sesenta surgen varios arquitectos que exploran a su manera las bondades de los materiales industriales, presentan su propia visión del funcionalismo tomando algunas ideas pero nunca cerrándose al código establecido. Algunos de ellos preferirán mezclar estos materiales con los tradicionales y se ajustarán a las necesidades de su región. Así, aparecerán nombres como Alvar Aalto, Frank Lloyd Wright y el uruguayo Eladio Dieste, dentro de la escena de lo que podría llamarse arquitectura orgánica, el ingeniero Pier Luiggi Nervi, Félix Candela y Eero Saarinen que exploran la plástica del concreto armado de una manera casi lógica e inclusive Oscar Niemeyer discípulo de Le Corbusier que trabaja a su manera las reglas del funcionalismo prefiriendo el uso de la línea curva en sus edificios. Mientras tanto en México el ganador de Pritzker Luis Barragán quedará fuera del esquema de los funcionalistas de ese entonces en México haciendo su estilo único denominado “arquitectura emocional” que integra también el tema del regionalismo.

Todos ellos, grandes maestros de la arquitectura, difícilmente pueden ser encasillados en una tendencia clara. Otro arquitecto inclasificable sería Kenzo Tange, también aprendiz de Le Corbusier pero que con obras como la Catedral de Santa María o el Gimnasio Olímpico de Toyogi, ambos en Tokio, da un paso más allá, extrapolando la importancia de los materiales industriales y sistemas estructurales, que años más tarde caracterizará al High Tech.

Con el paso de los años se irá diversificando esta visión de la arquitectura que se vio por primera vez en la etapa final del funcionalismo, con edificios proyectados inclusive por los mismos funcionalistas, surgirá el denominado Brutalismo de Le Corbusier en la capilla Notre Dame du Haut y sus edificios en Chandighar en el que el concreto será el elemento formador de carácter con pesadas estructuras.

Hacia los años setenta ocurrirá un fenómeno diferenciado de la etapa anterior, y surgirán dos vertientes contrapuestas que sin embargo devienen del propio Movimiento Moderno -¿o podrían considerarse parte del Moderno?- tal como Jencks (1989) comenzó a explorar y analizar. Surge así el denominado Tardomoderno –que en el temario de la materia aparece nombrado como modernista- y el Posmoderno.

Vale la pena mencionar, que al tratarse de una etapa próxima a nuestra época, su estudio se vuelve complejo y dependiendo del autor que se estudie, la visión podrá cambiar casi completamente. El Posmoderno, parecerá de entrada sencillo de comprender e identificar, no así lo será el Tardomoderno que presenta mayor complejidad y divergencia. Esta visión variará también de acuerdo al año en que se haya realizado el estudio y el término que se utilice para definir dichos movimientos. A este punto será necesario ser lo más claro y sintetizar adecuadamente la información al alumno, que se encontrará con seguridad en un laberinto de tendencias, formas y contradicción.

El Tardomoderno exaltará a su manera las bondades y características trabajadas en el funcionalismo. No se trata de tomar todos los elementos de su génesis, sino una parte de ellos, según convenga y éstos llevarlos a su máxima expresión llegando a la exageración. Por otro lado el Posmoderno irá por completo en contra del Moderno, el término pos hace referencia a ir más allá del Moderno, como si lo superara y no simplemente después como podría pensarse. El Tardomoderno por su parte, será más difícil de unificar, por las numerosas vertientes que presenta. Sin embargo teóricos como Jencks han realizado un gran esfuerzo por analizar la arquitectura de las últimas décadas del XX para encontrar una posible clasificación.

Así, dentro de este movimiento encontraremos una serie de tendencias desde el Brutalismo, el Minimalismo –derivado de la sencillez promulgada por el funcionalismo y que tuvo su máximo exponente en Mies Van der Rohe-, el High Tech, el Deconstructivismo, el Metabolismo –Japón-, Light Construction –donde la luz se convierte en el actor principal, sobre-utilizando el vidrio-, el slick tech –exploración del muro-cortina-, entre algunos otros menos definidos e inclusive ambivalentes.

En buena medida el Tardomoderno se verá guiado por el desarrollo de los materiales industriales, y su experimentación a lo largo de la primera mitad del Siglo XX. Aparecerán estructuras complejas como la cúpula geodésica de Buckminster Fuller, se explotará la modulación como ordenador estructural y espacial. La repetición de elementos facilitará y ahorrará tiempo de construcción, de tal manera que el proceso de industrialización se hará presente como los primeros funcionalistas deseaban en la estética de la máquina. Sin embargo ya no hay novedad en ello como en 1920, por el contrario, deja de sorprender el avance para simplemente ser utilizado y mejorado en la primera oportunidad, porque se sabe que toda mejora será rápidamente superada.

Probablemente uno de los edificios más emblemáticos para esta etapa será el Centro Georges Pompidou de Rogers y Piano, donde la tecnología quedará expuesta, la sinceridad constructiva será el efecto exagerado, dando pie al multicitado High Tech, que en años posteriores será desarrollado con destreza por estos mismos arquitectos y por el hoy tan famoso Norman Foster.

Algunos de los arquitectos y edificios que Jencks considera dentro del Tardomoderno son: Brasilia de Niemeyer, el Gimnasio Olímpico de Tange, la obra de Aalto, la ópera de Sidney, las cúpulas de Buckminster Fuller, algunas obras de Kahn, Richard Rogers, Álvaro Siza, Mario Botta, Norman Foster, Isozaki, Meier, César Pelli, Peter Eisenman.
En cuanto al Posmoderno, Luis Khan dará el primer paso al hablar de la importancia de la historia y el contexto en que se ubique un edificio, si bien estudiará al propio Moderno, tratará de ir más allá de éste con su teoría: “la arquitectura de Luis Khan combina las referencias antiguas y modernas con una seriedad sin precedentes. Los préstamos que toma de los maestros modernos, del clasicismo y romano, de la arquitectura medieval, islámica e incluso del academicismo decimónico son utilizados de tal manera que los revivals intentados en el periodo precedente parecen de repente anticuados”

Como ya se ha mencionado el Movimiento Moderno intenta romper por completo la relación de la arquitectura con su pasado, discriminando cualquier intento eclecticista, de tal manera que salvo Frank Lloyd Wright en sus primeras etapas, ningún otro arquitecto que haga referencia al pasado llega a sobresalir en esta época. El Posmoderno planteará la necesidad de observar de nuevo hacia atrás, y comenzarán a realizarse ejercicios de gran interés en donde se aprovechan las bondades tecnológicas para construir, pero siempre se le da un mayor énfasis a la forma y no a la función como años atrás. De esta ambigüedad se dice que el Posmoderno maneja un doble código (Jencks, 1989, p. 111), no es un historicismo puro, los rascacielos posmodernos no conseguirían existir de no ser por el avance tecnológico.

Aparecerá otra figura de gran importancia para este movimiento: Robert Venturi, uno de los más importantes teóricos de esta etapa, con su “Complejidad y contradicción en la arquitectura” (1974), quien trabaja desde la teoría y ésta la lleva a la práctica, en una especie de experimentación que violentará prácticamente al Moderno. Estudiará las “nuevas” formas que incluyen al pasado vernáculo e historicista. Poco a poco se adherirán otros arquitectos como el camaleónico Philip Johnson que realizará obras de gran libertad e inclusive fantasía en su serie de rascacielos.

El Posmoderno en manos de arquitectos como Aldo Rossi, otro gran teórico y ejecutante, o inclusive Ricardo Bofil –que recuerda a los franceses neoclasicistas  Ledoux y Boulleé- serán una excelente muestra de experimentación. En esencia parecería que el posmoderno juega simplemente a la escenografía, pero acercarse a estos autores nos revela que existen claras intenciones formales basadas en una teoría, no es un discurso hueco, el  cual sí se presentará en obras menores en otras regiones del mundo por arquitectos con proyectos mucho menos inteligentes. A Venturi se le atribuye inclusive el deseo de plasmar el juego, pero no es un juego burdo y fácil, ahondará en la semiótica de la arquitectura como pocos lo habían hecho de manera tan consiente.

Los Posmodernistas declararán la guerra al Moderno, celebrarán la destrucción de edificios construidos bajo este movimiento –Roman Point en Inglaterra y las viviendas Prtuitt Igoe en San Luis (Jencks, 1989, p. 12)-, criticarán a los tardomodernos, pero no pueden negar que deben su existencia a éste. Sin el primero no hubiera aparecido el segundo.

Hoy en día el Posmoderno ha sido superado, podemos verlo en las últimas obras de Bofil como el Hotel W, donde no queda ni mella del eclecticismo característico de los años setenta y ochenta. Quizá únicamente la parte posmoderna que habla del regionalismo ha continuado teniendo vigencia, porque se hace una reinterpretación de materiales y formas de la región que difícilmente podrán dejar de ser actuales –Alvaro Siza, Souto de Moura o el mexicano Mauricio Rocha.

En cambio el Tardomoderno ha perdurado, tal vez por su divergencia de posibilidades, y actualmente arquitectos jóvenes como Bjarke Ingels se dicen descendientes del moderno, pero por supuesto con su visión particular y creativa, generando espacios muy interesantes que no deben ser ignorados en las escuelas de arquitectura.


En la etapa Tardomoderna se encontrarán arquitectos cuya obra difícilmente podrá ser clasificada en una de estas dos tendencias, por ejemplo la pirámide del Louvre de Pei, ¿se trata de una obra Tardomoderna al utilizar los materiales industriales principalmente o Posmoderna por hacer referencia a un elemento histórico como las pirámides de Giza? Tal como Jencks (1989, p. 12) argumenta, reina la confusión. Habrá quien no haga distinción de intenciones entre estas dos vertientes y clasifique todos estos años como un solo movimiento posmoderno, porque indica que ambos pueden ser  “manieristas y a veces barrocos, ambos otorgan gran importancia a la expresión, complejidad, sensualidad y ‘ficción arquitectónica’” (Jencks, 1989, p. 14). Habrá arquitectos que fluctúen de una tendencia a la otra. Sin embargo, solo el paso del tiempo dará una visión más objetiva del cuadro de la segunda mitad de Siglo XX, será como observarlo a distancia, tomando en cuenta la totalidad de éste y no solo una fracción.

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