sábado, 6 de junio de 2015

Después del Funcionalismo (Parte 1)

El tema a desarrollar en este ensayo es el de los efectos de la tecnología y el impacto demográfico en la concepción de espacio arquitectónico, ello dentro del marco de la segunda mitad del Siglo XX. Sin embargo no se deben olvidar ciertos antecedentes que serán de utilidad, porque todo es una cadena de eventos.

La Revolución Industrial trajo consigo una serie de fuertes cambios a nivel social, político, económico y cultural, se trata de un parteaguas en la historia que por supuesto también tiene efectos sustanciales en la arquitectura. El capitalismo que ve sus primeros atisbos desde la última etapa de la Edad Media, llega a su madurez con dicha Revolución, entre los efectos más importantes que interesan a este trabajo se encuentran el de la explosión demográfica –el movimiento del campo a las ciudades- y el de la aparición y uso de los materiales industriales.

Si bien desde el Siglo XVIII había comenzado a experimentarse con el hierro fundido en estructuras más bien próximas a la ingeniería, no fue sino hasta el siglo XIX con la arquitectura Ecléctica y con el Romanticismo que éste comienza a cobrar fuerza en la arquitectura. Se podría considerar al Eclecticismo como una crisis formal, la cuestión era ¿hacia dónde se dirige la arquitectura? Y la respuesta era buscar en el pasado. No se sabía bien a bien aún qué hacer con los nuevos materiales y la respuesta fue ocultarlos.
Con el paso de los años, surgirán de nuevo los cuestionamientos, y de ello nacerá el Art Nouveau, que incluye, por supuesto, el uso de los materiales industriales, pero ya no se esconden, al contrario, se exhiben, pero se ornamentan. Esta corriente dice ser el “nuevo arte”, aunque en poco tiempo será superada.

De acuerdo con Bruno Zevi (1980) tanto Arts and Crafts, el Art Nouveau, la Secesión Vienesa y el Deutscher Werbund pueden ser considerados como la primera época de la arquitectura moderna, ¿por qué?, porque son el primer rompimiento con el historicismo.
Sin embargo, todos estos movimientos siguen manteniendo a la ornamentación como parte de su diseño, es una situación obvia, ésta no puede ser dejada de lado tras tantos siglos. No será sino, hasta que Adolf Loos con su “Ornamento y delito” (1908) dé el primer paso hacia el despojo de toda decoración. Comenzando así un segundo periodo de la arquitectura moderna: el funcionalismo –racionalismo o estilo internacional como lo bautizará más adelante Philip Johnson a raíz de la exposición de 1932 en el MoMA-, que seguirá una serie de lineamientos bien marcados que actuarán como manual para el arquitecto de entones. Una época utópica, con las grandes figuras de Le Corbusier, Mies Van der Rohe y Walter Gropius.

Los materiales industriales no son ocultados como en el Eclecticismo, ni aparentan ser elementos de la naturaleza como en el Art Nouveau, al contrario son aprovechados y expuestos, exhibiendo su belleza intrínseca, son explotados al máximo, se hablará entonces de la sinceridad de los materiales. Se aprovechan las cualidades del concreto para realizar avances en los sistemas estructurales que antes no habían sido posibles. Las formas se simplifican, la ornamentación desaparece por completo. Es una ruptura total con el pasado. Ello no significa que no exista ninguna relación con éste, no en vano Le Corbusier ha sido calificado de clasicista, pero sí se trata de una mirada completamente fresca.

El funcionalismo buscará despojarse de todo elemento secundario, la limpieza será un tema básico, ésta además estará relacionada con la higiene, recordemos que los avances científicos traerán consigo la necesidad de sanear las ciudades, la propia casa-habitación requerirá tener mayor luz y ventilación para asegurar salud a sus habitantes.
En esta simplificación de formas, será Mies Van der Rhoe quien mejor consiga elaborar sus edificios, con el “menos es más” resolverá la mayor cantidad de problemas con la menor cantidad de elementos, logrará espacios bellos, elegantes, con apenas algunos muros. Basta recordar la casa Farnsworth para comprender la inmaterialidad que plantea este arquitecto, idea que años más tarde repetirá Philip Johnson con su Glass House.

A pesar de las fuertes críticas que vendrán después con el Posmodernismo hacia el racionalismo, ésta etapa de la arquitectura será una de las más importantes, de las más creativas y que servirá de base para lo que ocurrirá después.

Las ciudades
No solo se realizan cambios a nivel formal dentro de la arquitectura en este periodo, también en el urbanismo comienzan a analizarse muchos aspectos que antes habían sido pasados por alto. Para el funcionalista, esa Revolución Industrial de la que se ha hablado, va a trascender todos los ámbitos de la vida. El automóvil cobra gran importancia por un lado, la explosión demográfica, por otro.

Cambiará por completo el concepto que se había tenido de ciudad durante siglos, ello aunado a los avances en la medicina y la salud. Todos estos aspectos se verán reflejados en los estudios y propuestas urbanas que elabora Le Corbusier tales como, “Cómo concebir el urbanismo” (1959), la “Carta de Atenas” (1979) y el proyecto utópico de la Ville Radieuse para París, todos ellos servirán como pretexto para comprender una nueva etapa en el urbanismo inclusive a nivel internacional.

A este respecto, Le Corbusier dará gran importancia a las vías de comunicación, al automóvil, zonificará la ciudad de acuerdo a las actividades, también impulsará los rascacielos –que más adelante resultará ser la solución más adecuada al aumento poblacional-; se trata de ciudades racionales en las que la luz y las áreas verdes ayudarán a sanear los espacios. Todas estas ideas las verá concretadas en la ciudad de Chandighar en la India, la única ciudad planeada y construida por este famoso personaje. Tendremos también el caso de Brasilia que seguirá en buena medida varios de estos principios, gracias al aprendizaje de Niemeyer de los principios funcionalistas.

¿Cuál es la importancia de hablar de estos planes e ideas concebidas prácticamente durante la primera mitad del siglo XX? Desde ese entonces se veían venir una serie de graves problemas urbanos que inclusive hoy en día aquejan las ciudades de todo el mundo. Quizá no haya sido la mejor solución posible, pero no deja de haber en ello una visión totalitaria y utópica que pocas personas han tenido a lo largo de la historia.

Hacia los años sesenta se presenta un cambio con respecto a las primeras cinco décadas del Siglo XX, por un lado, las ideas del movimiento moderno “se extienden por todo el mundo” mientras que comienza a perderse la unidad que hasta entonces lo había caracterizado (Benévolo, Leonardo, 1999, p. 941). Se tendrá la última etapa de los grandes maestros.

El rascacielos irá evolucionando, Mies Van der Rohe conseguirá soluciones limpias que cumplen con las funciones más variadas en cada uno de sus espacios, estudiando la visual de éste, creando por ejemplo en el caso del Seagram una plaza que rodea al edificio, pensando inclusive en el peatón, aspecto poco considerado en la primera etapa del racionalismo, la máquina era más importante.

Continuando con la construcción de estructuras verticales, Le Corbusier hará historia con el Conjunto Habitacional de Marsella y la solución de las necesidades de sus habitantes dentro del propio edificio. Esta idea será explotada ampliamente durante la segunda mitad del Siglo XX e inclusive hasta nuestros días. Este edificio será clasificado dentro del Brutalismo, que si bien resulta herencia directa del funcionalismo maneja un nuevo lenguaje formal, perfectamente diferenciado del racionalismo.

Durante la década de 1960 a 1970 ser dará un crecimiento en las ciudades de todo el mundo, continuando con la migración del campo a la ciudad (Benévolo, Leonardo, 1999, p. 965), la recuperación ante el desastre de la Segunda Guerra Mundial está ya en marcha para este entonces y la mayoría de los países implicados se fortalecen económicamente, lo cual dará lugar, además, a un mayor gasto en la construcción, ya no se trata de crear espacios meramente funcionales, sino que, se piensa también en la forma, vendrá posteriormente una etapa de revisión de ideas, de importantes teóricos de la arquitectura como Khan o Rossi.

A nivel urbano comenzará una etapa de revisión y propuesta, en buena medida, se tomarán las bases previas del funcionalismo que ya se han mencionado. Se crearán además una serie de nuevas ciudades a lo largo de todo el mundo, también se planifican crecimientos de urbes ya existentes. Muchos de estos proyectos que se ejecutan pueden considerarse experimentales inclusive.

En muchos de estos modelos, se supone la importancia del transporte público, la red de calles principales queda bien estructurada, pero además comienza a darse valor al peatón (Benévolo, Leonardo, 1999, p. 973), un aspecto que ya veíamos aparecer con Mies Van der Rohe. En cambio en ciudades de Estados Unidos se presenta un esquema distinto, aparecen los suburbios, donde, si bien se están separando las zonas de acuerdo a su función, la densidad en el exterior es muy baja.

En buena medida, el problema del aumento de población incrementará en los países subdesarrollados, mientras que, con el paso del tiempo el Primer Mundo desacelerará su crecimiento. En general, aunque muchas de las ideas de la “Carta de Atenas” serán estudiadas e inclusive utilizadas, se intenta que el urbanismo de estas décadas esté más basado en la realidad (Benévolo, Leonardo, 1999, p. 997), siempre buscando la posibilidad de perfeccionar, ya no se trata de una utopía cerrada que no admite cambios.

Más adelante, aparecerán estudios más complejos como el de Kevin Lynch (2010) en el cuál se puede ya hablar de los resultados de las experimentaciones realizadas en años anteriores y hacer nuevas propuestas con base en el análisis de casos.

Hacia la década de los años setenta el fenómeno del crecimiento de las ciudades de los países menos desarrollado continua, trayendo consigo problemas de tipo ambiental, comienza, de esta manera una preocupación por el tema. Los servicios toman un mayor impulso en comparación con la industria.

A pesar de los estudios y planes que se habían realizado en la década anterior éstos resultaron insuficientes o funcionales solo en una parcialidad, porque las personas con menos recursos no se veían beneficiadas ya que se asentaron en terrenos irregulares (Benévolo, Leonardo, 1999, p. 1025) dando lugar a los denominados “cinturones de miseria”, formándose una especie de ciudad alterna a la otra que sí estaba ordenada. En este sentido, comienza a requerirse la presencia de otras disciplinas relacionadas con problemas de tipo social, más allá de la arquitectura y el urbanismo. Sin embargo, y a pesar de los numerosos programas que se elaboran para resolver estas cuestiones no se consigue contener el desarrollo de estas áreas porque presentan un precipitado crecimiento.

De tal manera que la intención de los arquitectos resulta corta ante el ímpetu de la máquina capitalista, que obliga a la sociedad a entrar en esta problemática compleja de desigualdad social, como mero impulso de la economía. Existe una reciente película de animación brasileña titulada “El niño y el mundo” que además de su belleza visual plasma claramente la complejidad de la situación, en ella, un joven se ve expulsado de su tierra de origen para ir a buscar un mejor oportunidad a la ciudad –al igual que lo hizo su padre-, trabajando en enormes industrias que consumen a las grandes masas de población. La industria es representada como un enorme monstruo al que solo le interesa producir; orilla a las personas a vivir en sitios alejados, hacinados. Sin embargo el joven consigue mantener su espíritu, su esencia aún en su vejez. La película consigue terminar con una luz de esperanza ante la posibilidad de un retorno hacia la naturaleza.

Por otro lado, en los países más desarrollados, específicamente en Europa, se da un fenómeno completamente opuesto, las personas tendrán un mejor nivel de vida en general y como ya se había mencionado el crecimiento poblacional se verá frenado. En este sentido, se trata de ciudades que tienen historia, con edificios que poco a poco perderán su uso, aquí comienza a apostarse por el reciclaje urbano, ya no se requiere crecer, es mejor aprovechar la estructura que existe para resolver las nuevas necesidades que surgen.

En este sentido aparecerán una serie de disyuntivas con respecto al uso del Patrimonio, que se irán resolviendo poco a poco con el paso del tiempo, experimentando y aprendiendo de esta prueba y error. Lo verdaderamente importante es la relevancia que adquiere el Patrimonio Edificado y los Centros Históricos, su valoración y toda la serie de leyes que surgen en búsqueda de su conservación y uso. Se trata de darle vida a lo existente, porque un edificio sin uso se convierte en un inmueble muerto y eso lo condena a su deterioro e inminente ruina, y el aprecio a la ruina quedó ya muy lejos de este tiempo con Ruskin durante el Romanticismo. Europa se convertirá en la punta de lanza para este reciclaje, que se permeará a otras ciudades menos desarrolladas, pero serán incluso hasta la fecha ellos quienes llevarán la batuta sobre lo que debe o no debe hacerse al respecto.

Además, los arquitectos más famosos de la segunda mitad del Siglo XX participaran en estas rehabilitaciones y adaptaciones a edificios y al propio tejido urbano histórico, marcando tendencia y rompiendo con lo usual, como Norman Foster, Ieoh Ming Pei, Herzog & de Meuron o Eric Miralles y Benedetta Tagliabue, entre muchos otros.

Los estudios urbanos han continuado a lo largo de las décadas, se han realizado planes corrigiendo errores del pasado, sin embargo, actualmente se tiene una política más enfocada en no realizar cambios radicales, sino trabajar por zonas, respondiendo a las necesidades, además que se habla del trabajo colaborativo, donde se incluye a todas las personas que se verán afectadas, o mejor dicho beneficiadas de las reformas urbanas, para que de esta forma, sean las mismas personas quienes cuiden el trabajo del que han participado. Falta mucho por hacer, las personas con menores recursos siguen siendo expulsados hacia el exterior de las ciudades, el problema no ha sido resuelto, ya que hay muchos factores de por medio que no permiten mejorar la situación que son en buena medida ajenos a los planeadores urbanos.

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